jueves, 13 de febrero de 2014

¿Y ahora?



Esta mañana me desperté decidido a mejorar mi hoja de vida, y es que ya son meses sin encontrar un empleo en el cual ejercer mi profesión.
¿Y por dónde comencé? por los objetivos. Redacté mis objetivos antes de presentar el examen EGEL y me olvidé por completo de que son la parte más importante. No estaba concentrado y los hice muy mal estructurados, quitando palabras esenciales para que el mensaje quede claro.
Entonces recordé mis últimos meses como estudiante de bachillerato. Aún quedaba tiempo para elegir nuestra carrera, y despues de un test vocacional ¡bam!, que salgo apto para cualquiera de cinco áreas probables.
Bueno, después de todo mis tres primeras opciones eran Psicología, Diseño Gráfico y Contaduría. Me encanta estar creando imágenes y trabajar con mis manos para crear cosas.
Ahora que lo pienso, elegí Contaduría sobre Diseño después de hacer un análisis costo-beneficio, del cual ni siquiera conocía el nombre, así que no es demasiada sorpresa que terminara en esa profesión.
Algunas veces pienso: ¿es esto lo que quiero ser toda la vida? y me acuerdo que elegí la contabilidad sobre las manualidades por el hecho de que, aunque siguen siendo un apoyo extraordinario de mis ingresos, no quiero que un hobby se convierta en una obligación.
Son gajes del oficio, y el hecho de que te debes actualizar cada año no ayuda mucho cuando andas con la cabeza en otro lado, cuando son temas mutuamente incluyentes, es más, son dependientes. Si no me actualizo, no puedo trabajar. Pero para actualizarme necesito tiempo, y para trabajar necesito tiempo. Es más cosa de organizarse y ver qué podemos hacer con lo que tenemos a la mano.
La titulación fue rapidísima, una ceremonia de menos de diez minutos, sesión de fotos, y adiós. Me hubiera encantado contar con todos mis amigos, pero eran horas laborales. Al menos sé que se dieron un tiempo para venir a mi casa. Y la cita del día siguiente a celebrar con mi amiga la güera, en su cumpleaños, aunque ella insistía en que era mi festejo. Obviamente no la dejé pagar nada, y le di un regalo. Unas horas de plática valieron la pena, para saber que cuento con ella y ella cuenta conmigo.
Este periodo es tan confuso que, a veces quisiera regresar al bachillerato, donde era poco el tiempo para pensar, pero no me agradaría porque es el tiempo en el que más deprimido estuve: no sabía a dónde iba, tenía tres opciones atractivas de carrera profesional, acababan de cortarme por apático (sí... no. Fue más falta de agallas, estando en una situación complicada, que por falta de comunicación mandó al diablo el coraje que reuní para declararme), el acoso constante a mi hermana por parte de un tipo patético que se sentía Dios en una comunidad de adolescentes, la impotencia que se sentía al saber que por más trabajo a título personal que se hiciera terminaba siendo motivo de alzarse el cuello otras personas, mis sesiones en terapia psicológica con dos personas distintas que no me llevó a nada y que no logró el objetivo que ellos querían: convertirme en una persona sociable, porque era obvio que el único que entró a un grupo económico-administrativo en la especialización del bachillerato era por default el más antisocial, a diferencia de quienes se unieron a otra área por ir con sus amigos. Y el colmo del vaso, la constante resonancia de mis errores pasados, motivo de risa para mis amigos, y motivo de vergüenza para mí.
Pero logré superar cinco años de formación universitaria. Logré sostener conversaciones más largas, y estoy ejercitando el evitar los silencios incómodos. Encontré nuevos amigos que no conocía, y recuperé un amigo de la infancia con el que tengo más en común de lo que pensaba. Y recordé que desde siempre tuve un amigo constante, que lo sigue siendo.
Y descubrí que las adversidades hacen que la gente se reuna, aunque luego olvide la razón por la que se reunió la primera vez.
Espero regresar al mundo, porque ahora mismo estoy en un encierro autoimpuesto por la vergüenza a reconocer que he fracasado en la búsqueda de un empleo que me permita ejercer mi profesión, no porque me cotice muy alto, sino porque me creo no apto. Sé que es erróneo pensar así, pero me niego a llenarme de soberbia.
Estoy listo para regresar. Sólo debo darme ánimos y estaré de regreso.

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